Conceptualizar

Editorial

Debemos entender la conceptualización como la creación de una perspectiva abstracta y simplificada del conocimiento que tenemos del «mundo», y que por cualquier razón queremos representar. Por ende un concepto es una unidad cognitiva de significado, un contenido mental que a veces se define como una “unidad de conocimiento”.

La formación del concepto tal y como la definimos está estrechamente ligada a un contexto de experiencia de la propia realidad; de experiencia individual, cultural, social, etc. siendo de especial importancia la referencia al lenguaje sobre todo referido a la propia lengua, pues mediante ella el conocimiento tiene la posibilidad de adquirir una expresión como habla y, por tanto, comunicable; lo que le da al conocimiento una dimensión pública, sociológica y cultural.

Por ser la experiencia algo concreto con respecto a un individuo y, por tanto, subjetiva, única e irrepetible, todos los elementos incorporados a la memoria, tanto de experiencias personales como de cultura, sociedad, y sobre todo de la lengua propia, son elementos interpretadores de la experiencia concreta e influyen de manera decisiva en el proceso de conceptualización.

Esto nos genera un problema debido a que las cosas únicas e irrepetibles no se pueden conceptualizar desde premisas, de esta forma debemos usar la capacidad de la mente de inferirlos. En este caso, el cerebro ha de recurrir a las sensaciones derivadas de los cinco sentidos principales y asignar una etiqueta para poder aludir de forma inequívoca a la combinación exacta de sensaciones que nos despertaron la curiosidad de conceptualizar algo en concreto.

“Las experiencias vividas afectan al conocimiento”

Teniendo en cuenta que estamos tratando de definir las pautas para una visión única de las “cosas” (sin romper el lazo existente con la sociedad), es ahora cuando debemos romper con el primer paradigma, “Las experiencias vividas afectan al conocimiento”. Es por ello que es necesario hacer nuestra primera conceptualización y/o ruptura: cualquier “cosa”, bien sea un individuo, un carro, un animal, una planta, una casa, etc. Deberá cambiar su significado o por lo menos perder el nombre por el cual se les conoce y ser llamados a partir de este momento “Objeto”.

Para poder realizar este paso es necesario hacer uso del primer recurso del cual disponemos. El cual llamaremos Abstracción. La abstracción denota las características esenciales de un objeto, donde se capturan sus comportamientos. Cada objeto en nuestro alrededor servirá como modelo de un «agente» abstracto que puede realizar trabajo, informar, cambiar su estado, y «comunicarse» con otros objetos en la sociedad. El proceso de abstracción permite seleccionar las características relevantes dentro de un conjunto e identificar comportamientos comunes para definir nuevos tipos de entidades en el mundo real. Como podemos darnos cuenta la abstracción es clave en el proceso de análisis y diseño en el modelado conocido como programación orientada a objetos, ya que mediante ella podemos llegar a armar un conjunto de clases que permitan modelar la realidad o el problema que se quiere atacar.

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