En tus ojos veo la luz que consagran mis heridas,
Oh! mi bienamada sólo quisimos amarnos
y entre tantos besos de amores
se dispuso la noche fría.
Éramos tan sólo tú y yo, así de simple;
nadie sabrá lo que te debo, nadie sabrá lo que me diste,
y te debo aquella noche de luna llena
y el manantial de besos que me diste.
Trajo la noche su letargo de melancolía
su negra tela de rosas y espinas;
aún cierro los ojos amada mía,
soñándote con esta miel sombría.
Mi piel anhela tu frío
mis pies buscan tu camino;
mis labios dicen tu nombre
y anhelan llamarte «mi destino».
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